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Bardo: Introspección lúcida de autoconsciencia


La exploración de la psique humana ha sido interés de varios cineastas a lo largo de la historia del cine, y se podría considerar como un logro máximo que una película con este objetivo pueda comprenderse por si sola y es así como lo consolida Alejandro G. Iñárritu en Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades (2022) quien se muestra como un cineasta pleno y autoconsciente con este “viaje líquido” (sic.) en la que representa cinematográficamente su introspección en este que es su séptimo largometraje estrenado en el Festival de Venecia y el Festival Internacional de Cine de Morelia 2022.


Esta es la historia de Silverio (un conmocionado Daniel Giménez Cacho), un reconocido periodista y documentalista quien al regresar con su familia a México para un reconocimiento a su trayectoria, se encuentra en una transición que lo confrontará con sus recuerdos, percepción y sentimientos.


Escrita por el propio Iñárritu junto con Nicolás Giacobone, es más que claro que a través de esta “autoficción” como la define (sic.), se permite realizar una especie de catarsis de su psique, haciendo un testamento audiovisual que refleja no solo una evolución como cineasta sino como individuo, buscando hacer tangible o lúcido sus pensamientos, reflexiones y miedos a su estilo: directo, explícito y a veces demasiado explicativo pero que no cualquier cineasta se arriesga a realizar o encuentra los medios para hacerlo; y en este caso, cobra mayor sentido que regresara a producir este proyecto en México pues busca comprender su existencia (y la inevitable inexistencia) explorando sus orígenes para expresar los cuestionamientos que tiene de sus creencias y percepciones mostrando un genuino interés por comprender la complejidad de su existencia.


Cinematográficamente, para reflejar esta subjetividad, este largometraje fue filmado en 65mm para tener una visión a gran escala destacando la visión de Iñárritu con planos secuencias de gran maestría luciéndose con giros de cámara de 360° así como ilusiones ópticas en el que se puede apreciar el trabajo impresionante del fotógrafo Darius Khondji quien es esencial para retratar la autopercepción que subyace a los largo de las falsas (que son más farsas que falsas) crónicas que se van explorando; así mismo destaca el diseño de producción a cargo de Eugenio Caballero, el vestuario de Anna Terrazas, el diseño de arte y las locaciones además de la banda sonora de Bryce Dessner con quien sorprendentemente Iñárritu colabora dando una identidad musical muy singular por el uso de instrumentos de metal haciendo la banda sonora de sus propia psique.


Bardo es una película para público que gusta de viajes audiovisuales nostálgicos en la que se retrata una autoconsciencia emocional para crear sus propias reflexiones de las vivencias que se tiene a lo largo de la existencia.


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