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Adam: Feminidad generacional

  • Araceli Tario
  • 23 may 2022
  • 3 Min. de lectura

¿La maternidad es inherente a la naturaleza femenina o solo es el resultado de la procreación y exclusiva del matrimonio? Este cuestionamiento plantea Maryam Touzani en su ópera prima Mujeres en Casablanca (Adam) estrenada en Cannes 2019 en la que fue parte de la selección oficial del apartado Una cierta mirada por retratar una singular perspectiva femenina en la cultura marroquí, inspirada por una vivencia que tuvo la cineasta junto a su familia cuando era niña.


Situada en Marruecos, esta es la historia del encuentro de dos mujeres, Samia una joven embarazada quien llega a pedir trabajo a la panadería de Abla quien vive con su hija Warda y decide emplearla además de darle alojamiento con la condición de que se vaya después de dar a luz a su primogénito.


A pesar de que esta película tiene una producción pequeña, esto no le impide ser una gran historia emocional, pues el objetivo de Touzani es retratar la humanidad en la cotidianidad desde la perspectiva de feminidades no convencionales por lo que las actuaciones son primordiales ya que son la vía para que el espectador pueda ser empático con estas mujeres que es claro que la directora y guionista conoce, exponiendo la ternura particular del género y el re descubrimiento de su feminidad: por un lado Samia con su maternidad fuera del matrimonio y por otro Abla con su sexualidad después de enviudar mientras que enlazándolas se encuentra Warda, quien con la ingenuidad característica de una niña las hace reconciliar con su ternura tal vez apagada o perdida por los convencionalismos de su cultura. Otro aspecto interesante de este largometraje es que es contada al estilo de un cuento rústico, “amasando” las emociones como las protagonistas al dedicarse a la repostería hasta liberarse o renacer en sus emociones, percibiéndose un interés social genuino pues no busca condenar las tradiciones o el folclor marroquí, sino exponer que algunas creencias se interponen al desarrollo de las mujeres en una realidad donde cada vez tienen más posibilidades como el estudiar o decidir sobre si mismas pero que al no actualizarlas, crean un conflicto interno del cual Touzani se volvió más consciente cuando se convirtió en madre recordando la anécdota que su familia vivió al darle asilo a una mujer embarazada fuera del matrimonio sin tener la opción de decidir si continuar o interrumpir el embarazo.

Al ser una historia que se desarrolla en el interior de un hogar, la fotografía de Virginie Surdej es íntima y acogedora, caracterizándose por planos americanos y medios para sentirnos lo suficientemente cercanos pero sin invadirlas, asociando emociones positivas o interacciones humanas con tonos cálidos (amarillos y naranjas), mientras que con tonos fríos (verdes y grises) representa emociones negativas o cuando los personajes están desapegados de su entorno. Y para completar la experiencia auditiva, la música de Ali Sabri ambienta con sonidos folclóricos fusionando la introspección representada con la feminidad generacional que se nos muestra en pantalla remarcando las situaciones tiernas entre ellas dejando un momento especial para cuando se escucha la canción titulada "Warda" interpretada por Batwaness Beik.


Adam, Mujeres en Casablanca es una película para público que gusta de historias humanas contadas con una tierna cotidianidad considerando su entorno social sin condenar sus tradiciones pero explorando la complejidad emocional de lo que conllevan en el desarrollo de la feminidad.

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